Fue hace quince años cuando el escultor Alain Laboile se hizo con una cámara para documentar su trabajo. Poco después giró la cámara hacia su familia para convertirse en uno de los fotógrafos cuya obra mayor relevancia ha alcanzado en los últimos años gracias a lo universal y emotivo de su propuesta.
Trabajabas como escultor cuando en el año 2004 comenzaste en la fotografía ¿Fue motivado por nuevas formas de expresarte artísticamente?
En aquel año me vi en la necesidad de hacer un portfolio de mi obra como escultor. Me hice con una cámara y poco después desarrollé un interés por la macrofotografía debido a la pasión que tengo por la entomología. Tiempo después, apunté con la cámara a mi familia y al poco se convirtió en el principal tema de mi fotografía. A menudo digo que me hice fotógrafo por accidente.
Has conseguido lo que quizás sea más complicado en fotografía, tener un estilo propio y reconocible ¿Cómo lo has conseguido? ¿Fue un proceso largo hasta que encontraste tu propio camino o ya desde el principio tenías una idea clara de lo que querías?
Como fotógrafo autodidacta empecé haciendo fotos sin ningún tipo de conocimiento o cultura fotográfica. Todo lo hacía siguiendo un proceso instintivo. Siempre he estado ajeno a cualquier tipo de influencia. Mi forma de crear imágenes apenas ha variado desde 2004. Las principales características de mi fotografía pueden verse ya en mis primeras imágenes.
¿Podrías explicarnos brevemente los principales temas que describes en tu fotografía?
Fotografío la libertad y locura de la infancia, representada en la documentación diaria de nuestra atípica vida familiar “en un lugar apartado del mundo”. Las relaciones entre hermanos en una familia numerosa, las tareas del colegio, una vida cercana a la naturaleza, sin televisión o cualquier comodidad innecesaria… esos son los principales temas que trato. Mi trabajo es una forma de testimonio de nuestro paso por la Tierra.
Una de las características en tu fotografía es la atemporalidad, ¿Hay una preparación previa de la imagen que quieres hacer para evitar cualquier referencia del tiempo en que se ha realizado o simplemente haces una documentación de la vida de tus hijos tal y como es?
No hay una preparación previa, las imágenes se toman en tiempo real. Lo que se ve en ellas es cómo vivimos. La casa es vieja, el paisaje salvaje y los niños juegan libremente, aunque sí verás algunos ordenadores y teléfonos móviles en alguna de las imágenes. Definitivamente pertenecemos a nuestro tiempo. Creo que es el uso del blanco y negro lo que refuerza la atemporalidad y universalidad en mi obra.
Tu obra aparece de modo continuo en multitud de blogs, webs y se comparte masivamente en perfiles de redes sociales del mundo entero. Parece ser que has sido capaz, de algún modo, de ilustrar una especie de universalidad con lo que a priori era un álbum familiar, ¿Cuándo te diste cuenta de que tus imágenes eran algo más que simples momentos de la vida de tus hijos.
Fue casi de inmediato cuando fui consciente de ello. Al compartir algunas de esas imágenes en Facebook, recibí de inmediato cientos de comentarios positivos. Era gente de todos los rincones del mundo quienes sentían como si vivieran una segunda infancia viendo esas imágenes. Algunos de ellos se sintieron nostálgicos y necesitaron compartir sus sentimientos conmigo. Suelo recibir mensajes muy íntimos y es muy conmovedor.
A menudo la gente me dice que mis fotos son terapéuticas. Dicen que la vida de mi familia es un mensaje de esperanza. Es algo muy bonito de escuchar.
“Summer of the Fawn”, Alain Laboile. Editorial Kehrer Verlag. 29.90 Euros