El fotógrafo y docente Rafa Badia reflexiona en esta entrevista sobre estos tiempos de pandemia y confinamiento global que nos ha tocado vivir y las incertidumbres que consigo trae el nuevo panorama al que nos asomamos. Una situación inédita en el que la fotografía documental habrá de adaptarse y asimilar los nuevos códigos y escenarios que conformarán lo que ya se denomina nueva realidad.
Como uno de los referentes españoles tanto en fotografía documental como en docencia de la misma, ¿cómo te has adaptado a la situación de confinamiento? Me imagino que no habrá sido fácil de digerir no poder salir a fotografiar siendo como eres un fotógrafo principalmente de calle.
Ha sido una adaptación bastante dura, como me temo que le ha pasado al 99% de la gente. El periodo de confinamiento severo (los primeros 50 días, antes de que dieran permiso para sacar a los niños a la calle) prácticamente dejé de hacer imágenes, porque lo mío es fotografiar en la calle. A partir del momento en que se abrió una franja de salida para hacer ejercicio y pasear he salido cada día con mi pequeña cámara a cuestas. No sólo a intentar reflejar los cambios, sino incluso para tomar imágenes que, al descargarlas en el ordenador, me dieran pistas acerca de lo que está ocurriendo de puertas afuera. Eso sí, aproveché los primeros días para leer y ver mucha fotografía, escribir, hacer vídeos acerca de fotolibros; así como preparar las clases online que ya estamos realizando en la escuela en la que trabajo.
El imaginario de esta pandemia incluye calles desiertas, rostros ocultos por mascarillas, hospitales de campaña, … escenas visualmente muy poderosas. De entre lo que has podido ver, ¿Ha habido alguna fotografía de estos días que te haya resultado especialmente icónica o haya resumido como pocas el sentir general de este tiempo?
En mi memoria se acumulan un aluvión de imágenes, y que muchas de ellas se mezclan. Supongo que a todo el mundo le ocurre lo mismo. Reconozco que la que más me ha impactado es una de Àngel García (@angelgarciaphoto), publicada en Instagram el 25 de abril, dentro de una serie de 10 sobre los servicios funerarios modificados por la pandemia. La que señalo es una imagen en apariencia neutra, en la que se ven una serie de fundas verdes (unas diez, pero se sobreentiende que hay muchas más): cada una corresponde a las cenizas de una persona fallecida por la enfermedad. Lo neutro, prosaico e impersonal de esas bolsas es lo que, para mí, hace a la imagen hace especialmente terrible. Mucho peor, incluso, que las fotos de los cadáveres y ataúdes que también ha tenido que fotografiar Àngel, un buen representante de los grandes reporteros de este país que están cubriendo la Covid-19.
Una crítica recurrente de estas semanas es la supuesta ocultación de imágenes explícitas que describieran en toda su crudeza la pandemia, ¿Ha sido así o estas críticas tienen más que ver con la campaña de desinformación y bulos que ha ido pareja a la crisis sanitaria? ¿El fotógrafo tiene poder de decisión real en lo que finalmente se publicará en los grandes medios?
No lo sé a ciencia cierta. Varios profesionales que conozco en persona se quejan en las redes sociales de que se les ha puesto muchas dificultades o se les ha impedido, directamente, acceder a lugares donde las fotografías podrían resultan muy duras. Parece ser que esto ha pasado en el hospital de campaña del IFEMA en Madrid, donde pocos medios han podido introducir a sus fotógrafos. En todo caso me queda la pregunta, como ciudadano, si las restricciones atienden a razones sanitarias o si son medidas de control, censura previa acerca de lo que se publica. En todo caso suscribo la idea de Susana Vera, premio Pulitzer de este año, que defiende que hay que mostrar la cruda realidad de la pandemia, muertos incluidos, para que nos concienciemos al respecto. Las imágenes duras pueden ayudar a frenar la enfermedad; obligarnos a no bajar la guardia y que actuemos en consecuencia como ciudadanos.
Hemos vivido una situación inédita, de un confinamiento convertido casi en estado mental en el que la soledad y el aislamiento parecen ser la única forma de estar a salvo, ¿en qué modo crees que la creación visual en general y la fotografía de calle en particular se verán afectadas? A día de hoy la calle y las multitudes se han vuelto algo hostil.
Creo que todavía es pronto para saberlo. Lo que sí advierto (en mis alumnos e incluso con las fotos que voy realizando) es que más que fotografiar a la gente en un lugar, se tenderá a fotografiar lugares donde hay gente. Me explico: el espacio físico y social ha cambiado repentinamente, por lo que estamos reflexionando sobre temas, cuestiones (el mobiliario urbano, las distancias entre personas, y un largo etcétera) en los que antes ni siquiera reparábamos. Me temo que la estética del No-Lugar (no por ella en sí, sino por lo que representa) cotizará al alza. Pero igual me equivoco: quizás cuando entremos de pleno en la llamada «nueva normalidad», el interés de los fotógrafo/as urbanos se focalice sobre las nuevas claves de interrelación personal. Algo similar y ampliado a cuando, años atrás, se empezó a documentar la irrupción de los smartphones y el consiguiente cambio de actitud que ello produjo en los viandantes: el aislamiento mental aun estando presentes en espacios públicos muy transitados.
Apenas acabamos de salir de un duro trance colectivo cuyas consecuencias aún no parecen estar claras del todo pero que a buen seguro afectarán, al menos a corto y medio plazo, a prácticamente todos los ámbitos de la vida, ¿intuyes cómo la creación audiovisual y la fotografía documental, a nivel de producción y de contar con medios para su desarrollo, se verá afectada por lo que ya se llama «nueva realidad»?
Sin lugar a dudas, mucho de lo que hoy es presencial derivará en online, por lo que la fotografía y las artes visuales ya, definitivamente, se articularán en el espacio de la pantalla, que no el físico. La desaparición de los formatos tangibles de los media ya la doy por descontado. Además, creo, irá en incremento la hibridación de los lenguajes, los discursos multimedia, así como cierta confusión entre lo documental y los discursos de creación, entre otras cosas porque los límites entre realidad física y virtual serán todavía más difusos que lo que ya eran antes de la Covid-19.
Confío en que quedará un espacio físico y cultural para la socialización de la fotografía, aunque me temo que adquirirá un carácter de «evento». Las exposiciones (y más en concreto sus inauguraciones, con la presencia del autor/a) serán pequeños acontecimientos más cercanos a una conferencia, un concierto de música o una obra de teatro, que no a una exhibición que en un centro cultural o museo, o en el marco de un festival. Serán un privilegio al alcance de pocos, que no se puede improvisar y para el cual será necesario apuntarse a una lista previa.
Entrevista publicada originalmente en Kamera Magazine: