Son tiempos en los que la imagen se está revelando cada vez más como el lenguaje universal. Conseguir ofrecer algo como fotógrafo que sea distinguible entre el aluvión de información visual ininterrumpido con el que nuestros ojos son bombardeados es una tarea cada vez más ardua. Uno de los que lo consigue es el fotógrafo José Luis Revuelta Ibáñez, con quien hemos tenido la oportunidad de hablar sobre su trabajo y sobre la fotografía como medio de expresión artística.
¿Cuáles fueron tus inicios en la fotografía? ¿Ha sido desde siempre una afición? ¿Vienes quizás de otro ámbito artístico previo?
Me regalaron mi primera cámara de fotos cuando hice la primera comunión con 7 años. Era básicamente una caja negra de plástico que mediante un disparador que, apenas era un alambre doblado, actuaba sobre el obturador. Iba dentro de una funda de plástico también que pretendía imitar piel. Las fotos de mi primer carrete eran paisajes de costa y fotografías de barcos en las que ya había pretensiones formales. Conservo aquel rollo y todos los que hice después. Así que puede decirse que siempre he hecho fotos.
¿Cómo has llegado a la fotografía como medio para expresar tus inquietudes?
En 2013 se inauguró el Centro de Fotografía Contemporánea de Bilbao (CFC Bilbao) y desde entonces soy “alumno persistente” como bromea su director el fotógrafo Ricky Dávila, mi mentor y amigo. Es ahí donde, después de tantos años (me matriculé con 52 años), y de la mano de profesores como el propio Ricky Dávila, Alberto García-Alíx, Eduardo Momeñe, Gonzalo Azumendi, Mikel Alonso, Pablo Juliá, Nacho Gabrielli, Tiago Da Cruz, Juan Valbuena, José Ramón Bás, Vicente Paredes, Ricardo Cases, José Manuel Navia, Antonio M. Xoubanova, Aleix Plademunt, David Jiménez, Lurdes Basolí, Jorge Flores, Chema Conesa, Peyo Álvarez … empiezo a adquirir los códigos, a vislumbrar las claves de lo que vendríamos a llamar un lenguaje con el que escribir, lo digo sin pretensiones y humildemente, poesía.
Has alcanzado un estilo bastante definido en tu obra, ¿podrías explicar a grandes rasgos las características principales que hacen tus fotografías reconocibles?
En mi caso hablar de “obra” es pretencioso. Pienso que, de la misma manera que nuestras voces tienen timbres diferenciados y nuestros caracteres son tan dispares, con la mezcla del tiempo y la constancia, nuestras fotos también van cogiendo un cierto “tono” propio, de cada uno. La diferencia aquí, es quizás, que en esta búsqueda permanente por saber quién es uno (y no me refiero solo en lo fotográfico) interfieren aquellos maestros que establecemos como referentes para nuestra mirada y que tras el necesario destilado de su estudio, lo que queda tiene que tener forzosamente un sabor propio y diferenciado. No podemos fotografiarlo todo y sólo podemos ser un único fotógrafo. Sabiendo cómo miraron otros aprendemos a mirar nosotros encontrando así nuestra voz. Pero no me estoy refiriendo a “la forma de hablar” (que también) sino nuestra voz respecto de lo que decimos, sobre lo que hablamos. Yo he decidido hablar de las personas y eso, creo, termina por dar coherencia a lo que hago y un hilo conductor, un raíl, por el que transito.
¿Es quizás lo más difícil para un fotógrafo encontrar esa forma diferente de mirar el mundo que le lleva a tener un estilo propio?
Recuerdo una conversación durante una comida con el fotógrafo Iñaki Domingo, co responsable del blog 30y3.com que, si no conoces, te recomiendo, en la que mantenía que en el supuesto de que alguien, hoy, ahora, fotografiase con la maestría y la pericia de un Cartier Bresson (conocido y admirado por todos/as a partes iguales) sería insignificante y carecería de relevancia alguna porque uno de los mayores retos en un mundo globalizado y donde, sólo en Facebook, se suben 350 millones de fotos al día, es que tu imaginario atraiga la atención de alguien y suscite interés. Responder a las preguntas de ¿qué voy a contar? y ¿cómo lo voy a decir? es el reto más estimulante que tengo como fotógrafo.
A priori las diferencias entre trabajo personal y el trabajo con fines comerciales parecen claras, pero, ¿sueles tener libertad para llevar a cabo esas obras por encargo o los clientes en general saben muy bien desde un principio lo que desean y no son muy partidarios de probar alternativas?
Como fotógrafo comercial me he especializado en eventos culturales y de arte. Desde 2013, por ejemplo, soy fotógrafo oficial del Festival Internacional de Grabado FIG Bilbao y también desde entonces cubro todos los eventos, charlas e inauguraciones en el CFC Bilbao. También hago corporativos para empresas, páginas web, evento comercial y retrato empresarial por supuesto.
Tengo mucha suerte, porque aunque el territorio esta más acotado en el sentido de lo que “sí o sí” hay que fotografiar y trabajas con la tensión de que “o tienes la foto o no la tienes”, siempre prevalece mi manera de encarar lo que sucede frente a mi cámara, la primera edición siempre la hago yo y todo lleva la marca de mi propia postproducción.
Cobro mis trabajos como hay que cobrarlos, te lo aseguro, pero la hipoteca la pago con los rendimientos de mi trabajo como diseñador e interiorista en el despacho de arquitectos del que soy socio fundador desde el 90. Lo digo porque este panorama idílico que planteo sólo lo es porque me puedo permitir el lujo que otros colegas desgraciadamente no pueden, el de seleccionar y hacer los encargos fotográficos que me estimulan y apetece.
Aunque en tu obra pueden verse otro tipo de temáticas, pareces haberte especializado en retratos, ¿podrías explicarnos el proceso, el criterio para elegir al modelo a retratar, cómo consigues que pose de una forma determinada, si queda espacio para la improvisación, etc?
La presencia humana en cualquiera de sus formas está siempre presente en mi fotografía. No siempre ha sido así pero ahora sólo cobra para mi sentido plantearme la toma de una imagen si “lo humano” es evidente. La consecuencia de persistir en este proceso es encarar el retrato como la manera más “profunda” (para mí) de enfrentarme al acto fotográfico. En este momento “es lo más” y lo disfruto y padezco a partes iguales.
Fotografío a mis amigos, a mi familia y personas de mi entorno más cercano que me ceden con generosidad su disposición ante la cámara. No se hace uno idea de lo desprendido que resulta este acto porque aunque el sujeto fotografiado sean ellos y ellas lo que yo obtengo es MI retrato. Es algo que hacen para mí. Esto significa que se ponen bajo mi dirección para obtener la foto que quiero de ellos. La que yo busco. Una imagen que yo obtengo pidiendo que miren a cámara y que en realidad es una mirada a los ojos de un desconocido espectador que está por venir y que cerrará este ejercicio de “a tres” al contemplar esta imagen.
Las fotos que más me interesan son aquellas en las que aparece el fotógrafo, al estilo de las que encontramos de vez en cuando donde junto al retratado aparece proyectada la sombra de quien hace la foto. Una huella, un rastro que termina siendo tan estimulante o más que lo propiamente fotografiado. Es fácil reconocer una imagen de William Klein, por ejemplo, porque él siempre está ahí.
A mí me interesa mucho esto porque mirando los retratos que hago, me veo. Y no veo la imagen que a diario me devuelve el espejo sino la extraña imagen de mí que nunca contemplo, como cuando nos vemos filmados por detrás y tardamos en reconocernos, en darnos cuenta de que ese que se ve de espaldas somos nosotros.
Me preguntas si hay improvisación. Si te refieres a si dejo que el modelo “actúe” frente a mí, a que se coloque “máscaras”, mi respuesta es que no. A veces ocurren cosas fruto del azar pero yo “pelo” las capas de expresión de mi modelo hasta que en ausencia de la misma lo que queda es lo que fotografío con la pretensión de que eso que se fija en el sensor sea lo universal de cada individuo. Un lío. (se ríe)
La sensación que transmiten tus retratos es de una apabullante sinceridad, casi incluso de vulnerabilidad en la expresión de los retratados. Me imagino que habrá mucho trabajo previo antes de hacer una foto que consigue captar algo así.
Gracias, me halaga lo que me dices. Leo mucho. Todo lo que encuentro sobre luz, fisionomía, transcendencia, memoria, iconicidad, cosas de esas que me ayudan… y presto constantemente atención a los fotógrafos que para mí son referenciales: Avedon, Sanders, Cameron, Penn, Gonnord… y la maestría de los retratos renacentistas, el siglo XV de Italia y Flandes. Aunque no pretendo ser pictorialista, me maravillan…
Pero ese es mi trabajo previo. No lo hay con la persona a retratar. Les propongo posar “para mí”, explico qué es lo que estoy haciendo, enseño retratos de otros y hablamos de la expresión, del gesto, el posado, la actitud… en el marco de la máxima intimidad y aislamiento posible que las circunstancias y el espacio permitan.
Lo apabullante y adictivo de todo esto es que, una y otra vez, fotografiando “lo de fuera”, aquello que refleja la luz, carne y materia, terminamos creyendo ver “lo de dentro”: una emoción, una fuerza, una debilidad, un carácter… la persona en definitiva.
Uno de los pasos lógicos en la trayectoria de un fotógrafo es acabar plasmando su trabajo en una exposición o recopilarlo en un libro, ¿barajas alguna de esas dos posibilidades a corto plazo? ¿Cuál de las dos opciones crees que resultaría más efectiva para tu trabajo?
Como sabes y habrás podido ver en mi web trabajo conjuntamente en varios proyectos. Todos hace años que los he empezado. “Cielosnegros”, que es mi proyecto fotográfico más veterano aspira a convertirse en un libro del que tengo un par de maquetas y que presentaré y promocionaré mediante exposiciones cuando lo acabe. Ese es mi plan. Y sirve para todos los demás. Soy de la vieja escuela. Me he formado viendo exposiciones y me emociona que por ejemplo 6 piezas de este trabajo estén formando parte de la exposición colectiva “A matter of time” que ha sido exhibida en el Centro de Fotografía Contemporánea de Bilbao, en el Museo de la Fotografía de Huete (Cuenca) y que seguirá rulando por la península y fuera de ella.
Pero las exposiciones, donde las fotografías son lo que deben ser, es decir impecables copias en papel, son efímeras y carecen (o son más limitadas) de las ventajas “narrativas” que tiene el libro para mis proyectos. Así que me apunto a ambas. Que lo veamos pronto.
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