Una vez pasados los actos de conmemoración del centenario del nacimiento del artista guipuzcoano Jorge Oteiza, no exentos de ciertas polémicas como todo lo que al genial creador rodeaba, tratamos de acercarnos a su figura a sabiendas de lo complicado que es definir a alguien de su talla; escultor, poeta, filósofo, arquitecto, cineasta,… amén de personaje polémico, mediático y agitador tanto cultural como de conciencias.
No es fácil acercarse a la figura y a la obra, grandiosas ambas, de un personaje como Jorge Oteiza sin sentir un sentimiento de impotencia cuando el objetivo trata de glosar lo que su paso por este mundo supuso en la creación artística del pasado siglo XX. Quizás su legado, su ideario, sus poemas, dibujos y esculturas necesiten varias generaciones para ser analizados, investigados, para poder desentrañar, al menos en parte, todo lo que significó para el mundo del arte.
Es por ello que este intento de acercamiento a su creación por medio de estas breves líneas, para describir su trabajo puede pecar de pretencioso, pero aún así trataremos de dar algunas claves sobre porqué Oteiza es considerado como uno de los escultores más importantes de la segunda mitad del pasado siglo y casi sin ningún atisbo de duda como el creador más importante que la cultura vasca ha aportado a la Historia del arte.
Los adjetivos se agotan al definir a Oteiza y todos ellos dan la sensación de paisaje visitado, de palabra utilizada, de comentario redundante o de opinión ya dada, se le ha definido como el artista vasco más importante e innovador de la historia, el mago escultor de la materia y de lo que no es materia, como aquel que hacía esculturas usando el vacío como materia prima, el genio con mal genio, siempre inmerso en peleas, disputas, conflictos, todos siempre ligados a cualquier proceso creativo habría que matizar, como el artista iconoclasta que nunca se plegó a lo establecido, ni a los cánones del arte predominante ni a la clase dirigente, fuera de la ideología que fuera y no pocas veces no solo no se plegó sino que rebeló contra ello y por encima de todo, creador genial, colosal, extático, siempre un paso por delante del resto y siempre pionero en abrir nuevos caminos dentro de cualquiera de las disciplinas artísticas que profesó.
Fue un artista que con sus reflexiones sobre la expresividad del vacío, el significado del hueco, de la desocupación de la materia, marcaría para siempre la historia, convulsa, del arte del siglo XX. Nadie mejor que él supo comprender que el vacío era también un material con el que trabajar, que al igual que la piedra o la palabra, el vacío también era un ente que latía, que poseía una expresividad con la que poder construir y ser maleada, una materia prima más en la que hacer desembocar el torrente creativo que manaba descontrolado de su mente, seguro que desbordante en muchos periodos de su vida y que quizás fuera esta una de las razones de su carácter complicado, de tratar de buscar siempre un distanciamiento de la realidad en la que sentía atrapado, insustancial y mediocre las más de las veces, y que le recordaba de forma cruel e implacable su condición humana, condición siempre limitada a un escaso tiempo de existencia, existencia demasiado corta para poder llevar a cabo todo aquello que su privilegiada mente imaginaba y que a buen seguro hubiera necesitado muchas más vidas para haber podido ser desarrolladas. Puede ser por esto ese carácter que le llevaba a aislarse, a abandonar el mundo, a mostrarse malhumorado y contrariado ante los demás, quizás buscando refugiarse en esa materia prima que era el vacío y que nadie como él comprendió.
Oteiza encontró en la escultura su principal vía de expresión, pero su labor se extendió a prácticamente todas las disciplinas artísticas, desde la pintura hasta la poesía, pasando por la arquitectura, la antropología e incluso el cine. Puede que todas ellas quedaran eclipsadas por la potencia con la que se erigió en líder en la creación escultórica de su tiempo pero a buen seguro cualquiera de las aportaciones que hizo en los demás campos serían suficientes para que su nombre perdurara en las siguientes generaciones.
Multitud de libros, tesis y artículos, conferencias y debates se siguen produciendo en torno a Jorge Oteiza y su obra, tanto intentando dar una imagen global de su obra, no siempre con muy buenos resultados, pues reducir a un único libro su legado es ardua tarea como profundizando en una mínima parte de su producción, entresacando todos los entresijos y matices que cada trazo de sus dibujos, cada golpe de tallado, cada palabra de cualquiera de sus escritos esconde y expresa. Todo esto hace que el artista, a pesar de haber fallecido ya hace unos años, siga de plena actualidad, aunque la fascinación que provoca en cualquier aficionado, estudioso o espectador en general puede que no pueda ser digerida hasta al menos la próxima generación, cuando su trabajo pueda verse desde la distancia temporal, incluido todo él dentro de la época en la que fue generado y alcance la categoría de histórico, de clásico y puede que entonces sirva como el mejor exponente que el arte dio en esos años.
Reportaje publicado en la revista AUX Magazine en enero de 2009.