X
    Categories Entrevistas

Fabro Tranchida. El arte contemporáneo a examen

Foto de Eneko Pérez @nad_magazine

Fabro Tranchida, destacado artista y gestor cultural, ha sido en este curso uno de los docentes con los que Blackkamera ha tenido la suerte de poder contar. En esta entrevista nos habla de los retos, alegrías y sinsabores que conlleva el trabajo de artista, de su proyecto Los Picoletos junto a Dante Latvik y de las grandes tendencias, debates y cuestionamientos por los que transita el arte contemporáneo.

Para quien no te conozca, ¿quién es Fabro Tranchida y cómo empezó en el ámbito de la creación artística? ¿fue una vocación temprana?

Soy un artista nacido en Buenos Aires, ciudad en la que crecí y en la que me formé. Estudié Historia del Arte y Gestión Cultural en la Universidad Nacional Tres de Febrero, UNTREF. Desde un principio estuve involucrado en muchos proyectos en torno al arte contemporáneo, en general y sí, en realidad sí fue una vocación temprana. Mi primer acercamiento a lo artístico es con el dibujo y el cómic, desde muy pequeño y sin que nadie me lo indicara. Siempre estaba con un cuaderno. Ya siendo más grande me dediqué por un breve espacio de tiempo al teatro, aunque al poco me volqué de lleno al arte contemporáneo y es cuando empiezo a exponer en galerías y museos, en torno al año 2012. Mi primera exposición, que fue colectiva, tuvo lugar en una galería de Buenos Aires llamada Pasto.

A la par de mi formación, desde muy temprano, comencé con mi actividad docente dando clases y seminarios tanto en el ámbito académico como en el educativo informal en el contexto de galerías de arte y otras fundaciones. Participé en distintas cátedras de Historia del Arte e incluso tuve mi propia cátedra en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, UCES.

¿Cuáles serían tus referentes principales? ¿Y las inquietudes principales que te impulsan a crear? ¿Han variados unos y otras con los años?

Inevitablemente van variando. Hay ciertas inquietudes y temáticas que terminan ajustándose a un lenguaje que uno mismo desarrolla y que al final el público termina identificando como algo tuyo. Es algo que me sucede con el estilo que dibujo, que es muy reconocible. Tengo muchos referentes. En el ámbito del arte, de la cultura desde una mirada política, Pier Paolo Paolini sería el principal, en su faceta como escritor, como poeta. Así se define en la última entrevista que le hicieron antes de ser asesinado. Escritor tal y como figura en su carnet de identidad. El imaginario de Pasolini me parece clave por tener esa cosa de releer un pasado antiguo, reelaborar esas tradiciones y decir algo nuevo. El mejor ejemplo es la Trilogía de la Vida en el que él toma antiguos textos como El Decameron de Bocaccio, Los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer o Las Mil y Una Noches, que es un texto anónimo. Recupera esos textos, esos tiempos antiguos para reinterpretarlos como la libertad de los cuerpos en la década de los sesenta, algo de lo que más adelante abjura al darse cuenta de que todo este posicionamiento, que viene relacionado con el Mayo francés, ha sido una victoria del Capitalismo norteamericano por encima de los cuerpos de los jóvenes y es ahí cuando cambia de parecer y empieza otro proyecto que iba a ser la Trilogía de la Muerte, empezando con la película Saló o los 120 días de Sodoma, donde lo que él plantea en esa película es la corrupción de los cuerpos por parte del Capitalismo.

El imaginario de Pasolini me interesa mucho por esa representación de la juventud de los varones. Aunque yo me crié en Buenos Aires que es una gran ciudad, parte de mi adolescencia la pasé en un pueblo llamado Los Cardales y allí fue donde descubrí su poesía, sus ensayos y sus películas, sintiéndome muy identificado con todo ello. Es alguien que trabajó fuera de las artes plásticas durante prácticamente toda su carrera, pero es mi referente principal. En el ámbito estrictamente artístico, están Wolfgang Tillmans, Larry Clarke, con esa mirada íntima, cruda y sincera de esa biografía colectiva de los jóvenes y los contextos de la urbe. Raymond Pettibon por ese dibujo desenfadado, con espíritu adolescente, que es el encargado de darle vida a las portadas y carteles de conciertos de bandas míticas como Black Flag o Minuteman.

Del panorama argentino, Antonio Berni. Un artista que tras un breve periplo en el París surrealista de la década del 30 termina adoptando las lógicas (o no lógicas) del movimiento para luego mutar y transformarse muchísimas veces, integrando a su lenguaje la pintura pero también la instalación, uno de los lenguajes, el de la instalación, que más me interesa en el arte.

Inquietudes, pues en mi obra individual, en principio yo tengo una investigación que tiene que ver con la representación de las identidades hegemónicas o no hegemónicas de la masculinidad y la representación de la juventud, algo que entronca con Pasolini. La vida de esos muchachos con el rizo en la frente, que se visten de gala para el domingo de Pascua y luego se van con las chavalitas. Esa vida ritual entre varones, que a mí tanto me interesa, también desde la literatura con, por ejemplo, todo el imaginario de Mark Twain en obras como Tom Sawyer o Huckleberry Finn en las que los protagonistas viven tantas aventuras hilarantes y muy contextuadas. Son temáticas que aparecen mucho en mi dibujo. En fotografía, la primera serie que hago tiene que ver más con la infancia que con la juventud y que son unas imágenes de figuritas de acción de Star Wars. Son fotografías digitales impresas en un soporte rígido recortado con formas extrañas y bajo metacrilato. Unas piezas muy trabajadas en el sentido formal. Esa obra quedó aislada, se vendió toda en su momento y al poco empecé a dedicarme más a ese tema de las amistades viriles, que es un poco el tema que venía trabajando. Es lo que me impulsa a crear a mí dentro de mi obra individual.

Con Los Picoletos básicamente lo que hacemos son investigaciones en torno a identidades juveniles disidentes, que están fuera de la ley y también fuera de los discursos políticamente correctos que hay hoy día. Entra la cultura Skater, la cultura Queer, la cultura de lo Punk, porque al final esas tres palabras resumen tres culturas underground que dialogan entre sí y a la vez se contradicen. El skate puede ser muy abierto y queer y a la vez muy machista y de masculinidad frágil y hegemónica. Lo mismo pasa con el Punk, movimiento en el que hay ámbitos de libertad que conviven con planteamientos más reaccionarios.

Los referentes varían con los años pues estamos conociendo de continuo nuevos artistas. Los mismos colegas artistas con lo que trabajamos en España u otros países pueden ser referentes. El cine quinqui también nos sirve de inspiración, siendo Eloy de la Iglesia un referente tanto cinematográfico como literario. En nuestra última exposición, Nudillos Rotos, junto con la colaboración de Niño de Elche, aparecen todas estas temáticas que tienen que ver con lo juvenil y lo rebelde. Estamos buscando de continuo una materia poética en otros ámbitos fuera del arte visual que nos sirva a nosotros para crear.

Buena parte de tu trayectoria artística se ha desarrollado dentro del colectivo Los Picoletos junto con Dante Litvak, ¿cómo os conocisteis? ¿Pasó mucho tiempo hasta que decidisteis colaborar en un único proyecto?

A Dante le conocí en 2015 en Buenos Aires en un espacio que se llamaba la Isla de Dios, una lonja donde se alquilaban estudios para artistas. Yo tenía el mío en el piso de arriba y él en el de abajo y allí fue donde nos conocimos. Nos dimos cuenta de que los dos patinábamos, que nos gustaban los cómics y, de forma muy natural, empezamos a dibujar juntos simplemente por diversión. Más adelante, junto con otros artistas inauguramos un nuevo espacio que se llamó Desarmadero en el barrio de la Recoleta en Buenos Aires y que nosotros autogestionábamos. Allí hicimos nuestra primera exposición conjunta que sirvió para inaugurar el local en 2016. Aún no firmamos como Los Picoletos sino como Dante y Fabro, pero desde ese momento no hemos parado de hacer proyectos en común. Apenas nos conocimos comenzamos a trabajar juntos de una manera muy intuitiva.

¿Cómo es vuestro proceso de trabajo? ¿Contáis con unas inquietudes comunes a partir de las cuáles creáis vuestras obras? ¿Suelen cumplirse un mismo método o varía dependiendo cada proyecto?

Es 100% a cuatro manos. La forma más fácil de verlo es cuando trabajamos en pintura y dibujo de gran formato, literalmente, los dos dibujamos al unísono. O a veces hay proyectos pictóricos en el que uno empieza dibujando, el otro sigue y vamos completando la imagen de acuerdo con cómo responden las manos.

Cada proyecto que tenemos tiene que ver con una temática distinta y requiere de un método diferente. Hay un proyecto en el que investigamos la juventud punk vasca que iniciamos cuando llegamos a Bilbao en 2019 becados por BilbaoArte. El de Nudillos Rotos, es un proyecto que gira en torno al punk y el flamenco en el ámbito de los barrios bajos, porque la acción está registrada en una lonja fabril del barrio de Liniers, un barrio porteño donde el tango y ciertas costumbres están muy presentes. Entonces, son inquietudes diversas, compartimos ideas, nos juntamos y pensamos cosas. A veces, las ideas simplemente son imágenes que queremos dibujar y otras veces las ideas tienen que ver con un recorrido e investigación que venimos haciendo.

En al ámbito de la performance el tema que abordamos es la precariedad laboral de los jóvenes en Europa. Hay una serie de tres performances Abanderados, Métodos de Cocción Precaria y ahora, vamos a presentar la tercera parte de esta trilogía que tiene que ver con la precariedad laboral y que se llama Una vita sotto terra en el festival Mercurio que se realiza en la ciudad italiana de Palermo.

Cada proyecto plantea retos y métodos distintos. Por ejemplo, en la exposición que he mencionado antes de Nudillos Rotos que hicimos en el Patio Herreriano, por ejemplo, la principal lógica de esa exposición era la instalación, instalaciones que reproducían de algún modo la lonja fabril del barrio de Liniers. Una lonja que le pertenecía a mi abuelo y donde ahora mi padre trabaja. Eran instalaciones realizadas con varillas de acero y fotografías que tomamos en Buenos Aires y que estaban impresas en un material textil que iban enganchadas en las estructuras de las instalaciones.

Vivimos en unos tiempos de cierta regresión en el que el debate público parece estar muy sujeto a la corrección política, con cíclicas polémicas, infladas en redes sociales, en torno a ciertos artistas, ¿es algo con lo que contáis a la hora de generar vuestro trabajo? ¿os imponéis algún tipo de autocensura o eso es algo que ni se os pasa por la cabeza?

No tratamos de crear polémica, si bien a la hora de investigar las identidades juveniles disidentes, también nos metemos mucho con la sexualidad y cómo hoy se consume la sexualidad como si fuera una serie de Netflix. Tenemos una relación con el cuerpo, con la desnudez muy amplia. Es algo que aparece mucho en nuestra obra y sucedió que muchos contenidos de nuestro perfil de Instagram de Los Picoletos fueron censurados, lo que nos llevó a decidir una cuenta de Only Fans en la que poder mostrar los trabajos censurados. En un principio, Only Fans era una plataforma que estaba pensada para que artistas pudieran subir sus contenidos y el público accediera a ellos mediante una suscripción, pero que durante los meses de la pandemia empezó a utilizarse masivamente para subir contenido pornográfico. Vimos que nos empezó a seguir gente que esperaba ver solamente pornografía y eso fue algo que nos hizo pensar en cómo darle una vuelta al proyecto y lo pensamos desde un lugar que tiene que ver con la precariedad laboral. Qué hace que tanta gente se abra un Only Fans.  El dinero, un problema que agobia y para la que no hay una solución muy amplia al respecto. Hay mucha precariedad, sobre todo en los jóvenes. Veníamos investigando el trabajo de los riders de empresas que trabajan para plataformas de comida a domicilio. Vimos que la gran mayoría de los que trabajan para esas plataformas son chicos migrantes, igual que nosotros. Reparamos en que entre estos jóvenes que hacen estos repartos y el uso y consumo de Only Fans no hay mucha diferencia. Ambas cosas tienen que ver con el problema de la precariedad. Y es por ello por lo que adoptamos un carácter conceptual a ese uso que hacíamos de la plataforma para subir contenidos. Piezas de arte contemporáneo que gustan a algunos y que otros al verlo nos dejan de seguir por no ser lo que venían buscando. Haremos algo en un futuro con todo ese contenido, aunque de momento no hemos pensado mucho en ello. Pero fuera de ello, no creo que haya ningún trabajoa que haya generado una amplia polémica. Pero bueno, supongo que ya nos tocará. Estos discursos de lo políticamente correcto cada vez son más sofocantes y lejos de querer plantear un espacio de libertad para todos, hay una delgada línea entre lo que es correcto y lo que es abrasivo. Y ahí está esa palabra que es el escándalo, que no está mal. Parafraseando a Pasolini, cuando le preguntaron y usted por qué quiere siempre escandalizar, respondió de manera muy inteligente que escandalizar debería ser un derecho y ser escandalizado debería ser un placer. Porque imagínate un mundo en el que no nos escandalizáramos por nada. Corre sangre por nuestras venas y si no vemos nada que nos escandalice, que nos parezca insólito, es que la vida es muy aburrida.

Distinguiría entre el artista que genera piezas específicamente y con el único afán de escandalizar de aquel que tiene su lenguaje, su recorrido y que de repente le sucede que la sociedad le sube el pulgar o le baja el pulgar y creo que eso le puede pasar a cualquier artista que tenga un camino hecho y mucha confianza en lo que hace y que no se autocensure. Lo peor que nos puede pasar como personas y artistas es autocensurarnos. Todos podemos disfrutar de todo y atravesar momentos distintos. Tanto el deseo como el arte tienen caminos complejos y cambiantes.

Si bien la creación es el principal trabajo del artista, luego vienen otras tareas como conseguir visibilidad, acudir a ferias, presentarse a becas, vender obra… ¿es algo en lo que os sabéis desenvolver o contáis con algún tipo de ayuda externa?

Evidentemente para ser artista en este siglo veintiuno, también tienes que ser gestor, comunicador, experto en branding…, un licenciado en marketing, en suma. No recurrimos a nadie para que se encargue de todo ello. El diseño de la web, la comunicación, el branding y generar contenido en redes es un trabajo del que, dentro de Los Picoletos, me encargo yo. Dante está más focalizado en la producción artística, ese es su lugar de comodidad y todo lo tecnológico quizás no le resulte tan atractivo como es producir en sí. Por mi formación en gestión cultual tengo herramientas que me permite cubrir esas necesidades que un artista hoy por hoy necesita saber. Confeccionar un dossier, maquetarlo, saber utilizar herramientas como Photoshop o In Design para ello. Cosas que en las carreras de Bellas Artes no se enseñan.

Gran parte de los artistas que integran hoy el panorama no tiene una formación clásica en el terreno de las Bellas Artes. Más bien es todo lo contrario. De hecho, existe un ensayo de Boris Groys titulado “Volverse público”. Viene a decir en una parte del texto que existe una suerte de profesionalización de la desprofesionalización del arte. A nadie se le ocurre interpretar como contemporáneo una producción hiperrealista o un trabajo plástico anatómicamente correcto, a menos que tenga una vuelta conceptual que lo haga contemporáneo. Al final, lo principal, lo que más necesita el artista para desenvolverse en el arte contemporáneo hoy en día es desarrollar un lenguaje propio, una identidad propia y confiar en eso, trabajar mucho, persistir y tener visión a largo plazo.

Ser artista hace treinta años creo que era mucho más fácil que hoy por esta competencia visual en la que vivimos, por esa necesidad de que si no estás en las redes sociales y no generas constantemente contenido es como si no existieras como artista. Es un debate abierto. Están los que generan mucho contenido como nosotros o los que están más tiempo centrados en producir la obra y ocupan menos tiempo en promocionarla. El tiempo que se emplea en viajar a ferias, preparar carpetas, generar dossiers, … al final, queda poco para producir obra.

Cuando comencé esta andadura en el mundo del arte en el 2010, no sabía desenvolverme en estas tareas y al final acabas aprendiendo con los golpes que te da la profesión, que es lo que consideramos que es el arte, un oficio. Toda esa parte de saber comunicar el proyecto es algo de lo que artistas de generaciones anteriores no tuvieron que ocuparse.

También es cierto que las redes sociales pueden servir para difundir tu obra e incluso venderla, algo que entra en contradicción con ese espíritu rebelde que se supone que es el arte contemporáneo. El artista es ese que mira y analiza de forma crítica el tiempo que le ha tocado vivir y sentirse parte de ese mercado del arte genera una contradicción existencial, emocional e identitaria en el artista, hasta el punto de sentir que todo lo relacionado con el mercado es antiartístico. Pero bueno, hay un poco de verdad y un poco de mito romántico, pues el arte nace en un principio como una expresión destinada a conectar a las personas con lo sacro, con lo fúnebre, pero con la experiencia renacentista y el nacimiento de una nueva clase social como es la burguesía, es cuando el arte se vuelve autónomo y se convierte en un bien de lujo. De por sí, el arte nace como un mercado. Andy Warhol lo entendía bien. Sucede que hay artistas que crean una obra complaciente y sienten que se están vendiendo, pero creo que no hay que perder el foco, somos artistas, no revolucionarios, formamos parte de un mercado global, uno de los más elitistas que existen sobre la faz de la Tierra. Hay una gran contradicción ahí.

Yo no me posiciono ni en un lado ni en otro. Podría decir que la propuesta de Los Picoletos tiene un carácter muy punk, pero incluso el punk es un invento del mercado. Hay mucha idealización de esa rebeldía que finalmente termina por convertirse en parte del mercado. Sucedió con el urinario de Duchamp, ese objeto de la vida cotidiana que se muestra en el espacio expositivo y genera un sismo en la escena del arte contemporáneo. Duchamp otorga el poder de convertir en arte cualquier cosa y eso es un acto de total rebeldía, pero automáticamente el urinario es fagocitado por el mercado y pasa a valer millones… ¿hay escapatoria?

Quizás los artistas visuales no deberíamos estar cuestionándonos de continuo y entender mejor el contexto en el que nos queremos mover, porque yo no sé si los escritores se plantean las banalidades y las contradicciones del mercado editorial a la hora de escribir, pero el artista contemporáneo está mucho tiempo pensando en eso, soy comercial, no soy comercial, no quiero ser comercial, pero de algo tengo que vivir… y ahí entra en escena el tema de la precariedad laboral. La gran mayoría de los artistas necesitan de otro trabajo extra para poder vivir. Poder vivir del arte es otro arte en sí.

Te atreverías a pronosticar hacia dónde se encaminan las principales temáticas de la creación artística, ¿ves en el panorama alguna tendencia mayoritaria? En cuanto a los soportes, ¿seguirá el auge de lo virtual frente a lo físico?

Las principales temáticas, hoy en día, coinciden con los principales temas socioculturales que están presentes y que aparecen cuando vemos televisión o redes. Los discursos presentes son el postcolonialista, el discurso de la problemática y violencia hacia la inmigración en el contexto europeo, los derechos del colectivo de las mujeres, la mirada y discurso feminista y LGBTIQ… esas son las grandes temáticas y que tienen su reflejo en arte contemporáneo. Esos son los grandes temas. Son los disparadores la producción de muchos artistas. A partir de ellos van surgiendo diferentes subtemáticas. Por ejemplo, en Buenos Aires, había mucha producción de arte no figurativo relacionado con la naturaleza, con la vegetación. Son modas, tendencias que van apareciendo, pero para englobar todo ello, el gran tema de hoy es el colonialismo y el poscolonialismo de las hegemonías de todo tipo con respecto a los colectivos minoritarios. El tema de la racialización, el tema de la explotación laboral, el tema de la discriminación LGBTIQ, la fuerza del discurso de la identidad Trans, las sexualidades y las políticas de género… Ese es el gran tema de hoy, el cual está trasladado y reproducido en el arte contemporáneo.

En cuanto a los soportes. Es inevitable pensar y sabernos en un contexto en el que la multiplicidad de imágenes nos agobia constantemente. Por lo que veo una tendencia a volver mucho a la mano de artista, a algo más físico. Por lo que puede ver en las últimas ferias a las que he acudido como la de Art Basel, sí hay una tendencia a que las obras tengan un peso, un aura, algo que con la virtualidad constante a la que estamos expuestos, se nos muestra muy atrofiada. Vuelvo a ver mucha pintura, algo curioso pues hace no muchos años se consideraba algo anticuado.  Y ahora ha vuelto una pintura de forma salvaje, donde se mezclan óleos, aerógrafos y donde se hace una reinterpretación de la cultura del fanzine. Recuerdo haber visto también en Basilea una galería argentina de nombre Piedras, donde su propuesta va un poco por ahí, por lo pictórico. También dentro de lo hegemónico en cuanto a soportes están las instalaciones. La tipología instalativa es la principal en las ferias y exposiciones más importantes del mundo en la actualidad. Es algo innegable. Relacionado también con esa vuelta a esas prácticas antiguas, hay un auge del arte cerámico. En el contexto local, en Bilbao, hay infinidad de artistas que trabajan casi exclusivamente en el mismo. Es otra tendencia muy presente.

Dentro de la fotografía, el espacio de la fotografía en sí, autónoma, no se está viendo mucho. Sí, en cambio veo mucha fotografía en el contexto de la instalación, de la ambientación, del objeto… la fotografía hibridada o lo que se conoce como postfotografía. Ese el lugar donde la fotografía está haciendo más peso. No es que sea algo obsoleto, pues estos lenguajes conviven, ya que, hoy por hoy, todo es una foto. Pero sí existe cierto hastío o hartazgo con respecto a la imagen por estar tan presente y tan al alcance de todos. Quizás se perdió ese carácter arcano, mágico que tenía la fotografía. Es un medio que me sigue interesando mucho, pero la tendencia que veo es su uso como experiencias fotográficas hibridadas con otros lenguajes.

Esta entrevista la leerán muchos estudiantes de fotografía con inquietudes artísticas, ¿qué consejos les darías para poder sobrevivir en este tan difícil como apasionante mundo?

El principal consejo que un artista puede darle a otro que está empezando en este pedregoso camino del arte contemporáneo es, no desistir. No bajar los brazos. He conocido a excelentes artistas que, por lo duro que es este camino, se agobian, se cansan de cómo funciona el sistema, un sistema en el que, como en cualquier otro, hay favoritismos, cosas que no son justas y es que es un campo más de la sociedad. Es como lo plantea Pierre Bourdieu. El campo tiene sus propios agentes y estos agentes interlegitiman el campo y hay veces que tu obra se legitima y otras que no y es algo que puede llegar a ser muy frustrante y que deja a muchos artistas por el camino, pues la vida te pasa por encima y has de trabajar en otra cosa a la par que intentas generar obra. Y puede suceder también que ganes una beca para exponer en un espacio, pero resulta que al final producir la obra, los precios de los traslados y tener que gestionar un montón de cosas termina siendo totalmente agotador y muchas veces es el artista quien acaba trabajando e invirtiendo más dinero que nadie. El campo del arte es un lugar donde hay muchos agentes que forman parte de este, pero que sin los artistas no existirían pues todos ellos giran en torno a él. Críticos, comisarios, galeristas, coleccionistas, historiadores… no tienen razón de ser sin el artista. Pero, curiosamente, el artista es el eslabón más débil de esa cadena, la clase obrera del mundo del arte siendo el arte un mundo de ricos. Es como la película Metropolis, en el que ves la ciudad perfecta funcionando en armonía y debajo está todo el pueblo en las minas de carbón haciendo que la ciudad funciona. Ese pueblo son los artistas. Hay artistas ricos, sí, pero una minoría.

Lo que decía, la clave es persistir. Tener fe y confianza. Has de tener una historia para contar y has de confiar en ella y también has de saber aislarte de distracciones y tener tiempo para experimentar. En la experimentación surgen cosas que a veces por un vicio de un método que ya encontramos y nos resulta cómodo y es reconocible no avanzamos. Hay que experimentar y no hay que tener miedo a ser barroco. Esa es otra lucha que existe en el arte contemporáneo. Umberto Eco hablaba de los apocalípticos y los integrados. Hoy diría que la lucha es entre los barrocos y los minimal, o, mejor dicho, los barrocos y los despojados. Estas experiencias que son muy refinadas, muy equilibradas, con estas curadorías impolutas, donde nadie se mancha las manos. A veces, lo barroco es más difícil de digerir por aportar más informaciones y uno, como artista, tiende a no irse por ese lado porque quiere llegar a más publicó, pero está bien dejarse llevar por el barroquismo, por el artificio, por el escándalo, por la exageración y ahí, poco a poco, vas encontrando tu camino.

Hay que aparcar esa idea de que el artista tiene una vida bohemia. Hay que ser muy disciplinado, tener un horario para trabajar en tu obra, un horario para buscar convocatorias en las que tu obra pueda tener cabida, tiempo para dedicarte a producir los dossiers que has de presentar a las convocatorias. Esa es una gran parte del trabajo de los artistas para poder llegar espacios donde exhibir tu obra. Todas son piezas necesarias del engranaje. Puede ser muchas veces frustrante. Puede que apliques a una, a dos, a seis becas y no te elijan en ninguna, pero antes o después, lo vas a lograr. Hay que intentarlo una y otra vez.

Puntualmente en el ámbito de la fotografía. La fotografía es algo que está tan extendido que creo que hay que dejar de lado los purismos. Pensemos en la obra de Nan Goldin con esas cámaras cutres y mala iluminación y que, sin embargo, consiguió crear escuela. No hace falta tener el mejor equipo para ser el mejor fotógrafo. Lo importante es tu ojo y qué quieres comunicar y está bueno experimentar con la fotografía digital, pero por qué no comprar una cámara analógica de segunda mano y probar y meterte en el laboratorio a trabajar con los químicos o imprimir la fotografía e intervenirla. No hay que quedarse en los purismos de tener el mejor equipo. La imagen que quieres generar siempre va a ser única por más que existan miles de millones de fotografías. Confía en eso y no te detengas en el camino. Puedes apoyarte en los colegas. Aquí en Bilbao hay una gran comunidad artística, tanto locales como venidos de otros sitios, gracias a las becas residenciales de la fundación BilbaoArte. Muchos se terminan luego quedan a vivir en Bilbao por el contexto artístico que se fue generando y mucho de ese contexto es gracias a ese espacio. En suma, disciplina, madrugar y trabajar. Me pongo autoritario, pero es así. Hay que trabajar cada día en ello. Si eres dibujante, has de dibujar cada día y si eres fotógrafo, disparar, probar, imprimir, recortar, armar, pensar en series, en conceptos. Saber producir y editar. La postedición es muy importante.

https://lospicoletos.com/

Entrevista originalmente publicada en https://blackkamera.com/numero-3-de-la-revista-kamera-magazine/

Foto Eneko Pérez: https://www.instagram.com/nad_magazine/

David Tijero Osorio:
Related Post