Beatriz Caravaggio exhibe en el Museo de Bellas Artes de Bilbao una poderosa instalación en la que, a partir de documentos desclasificados e imágenes de campañas dirigidas a los ciudadanos para protegerse ante un ataque nuclear, alerta de un peligro latente del que no somos del todo conscientes.
¿Cuál sería la intención de llevar a cabo un trabajo como “Out of Control? Reports on the Atomic Bomb»?
Esta obra pretende aportar luz sobre la proliferación de armas nucleares. Tras su empleo sobre población civil en la Segunda Guerra Mundial en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, ha habido más de dos mil pruebas nucleares. Varios países cuentan con armamento nuclear, hay sospechas sobre otros y algunos más parecen empeñados en conseguir producirlo.
Busco concienciar del peligro que supone la proliferación de este tipo de armamento y los riesgos que su acumulación puede tener.
¿Cuál fue el proceso de investigación y documentación para crear esta obra? ¿Hubo algún hallazgo que te impactara especialmente?
Las pruebas nucleares que se llevaron a cabo eran filmadas de forma precisa, documentando de manera minuciosa todo lo relacionado con ellas. He buscado en archivos de distintos gobiernos, en filmotecas, etcétera, encontrando gran cantidad de archivos fílmicos descritos con profusión de detalles, utilizados para ir mejorando la capacidad de la nueva bomba a detonar.
Nada quedaba sin medir. Eran análisis muy fríos que daban cuenta de los terribles efectos que el armamento nuclear puede tener sobre organismos vivos e infraestructuras sin tener en consideración dilema moral alguno.
Quería integrar esos documentos como personajes de la película. Nombré cada episodio con el número del documento desclasificado que acompañaba a las imágenes para mostrar esa frialdad de las pruebas y la forma en la que se recogían los datos, contraponiéndolos con testimonios de varias víctimas de esa tecnología como es el de una superviviente de la bomba de Hiroshima o el de un grupo pescadores japoneses alcanzados por la lluvia radiactiva de una prueba efectuada en aguas del Pacífico.
El horror que estos supervivientes relatan sirve de contrapunto a la frialdad con la que los documentos describen las pruebas nucleares realizadas.
No deja de ser curioso ver que a pesar de esa forma tan concienzuda en que cada explosión fue documentada, la conclusión general sea que vivimos en un auténtico descontrol con relación a esos arsenales acumulados y a expensas de vaivenes geopolíticos.
Pocas veces he visto a los visitantes de un museo tan absortos viendo una obra como esta. Se intuía una mezcla de horror y fascinación ante las imágenes que se sucedían, ¿Buscabas una reacción así en el espectador?
Sabía que la obra iba a ser poderosa por el efecto acumulativo de una sucesión de documentos que poseen gran fuerza visual. Asumí la responsabilidad que supone trabajar con material fílmico tan potente, apartándome de cualquier sensacionalismo. Combinar las imágenes con lo escrito en los documentos desclasificados hace que la instalación adquiera su propio tempo y no caiga en algo superficial, vacuo, de una simple sucesión de imágenes tan llamativas como pueden ser las explosiones nucleares. Mi intención es hacer que el espectador sea consciente de la amenaza que vivimos, de que es un problema que no hemos sido capaces de solucionar y que ahora, además, parece reactivarse a consecuencia de los últimos conflictos armados.
¿Cómo ha de influir el arte en la conciencia pública sobre temas como el armamento nuclear en un tiempo en el que parece haberse instalado una retórica belicista en los discursos de los dirigentes?
No creo que sea una cuestión de si el arte deber hacer o no. Pero si el artista decide abordar un tema que afecta a la sociedad, ha de hacerlo con ética. En este trabajo se pretende dar visibilidad a un tema que en España se sintió poco. No fuimos protagonistas de la Guerra Fría y de su escalada armamentística de acumulación de arsenales y pruebas nucleares. Espero que esta instalación haya hecho reflexionar a los espectadores sobre este riesgo en el que vivimos.
De todos modos, la capacidad del arte para cambiar las cosas es muy limitada y quizás debería ser a la Ciencia a quien debiéramos pedir diálogo con otras construcciones culturales en aquellas decisiones que involucren riesgos existenciales a escala global.