Una infancia transcurrida en diferentes países sembró el espíritu inquieto y curioso de la artista Éléonore Simon, algo que se percibe en su trabajo, que si bien puede encuadrarse dentro de lo que conocemos como fotografía de calle, prescinde a menudo del tiempo y del lugar para crear imágenes bellas en las formas y que parecen ser un reflejo de la búsqueda de su propia identidad.
Vienes de una familia que vivió en varios países durante tu infancia, ¿la fotografía llegó a ti tal vez como una forma de guardar recuerdos de los diferentes lugares en los que viviste?
Me siento muy afortunada por haber tenido una infancia tan inusual, y sigo desgranando cómo afecta a mi forma de relacionarme con la fotografía. Nací en Estados Unidos, viví en México y en Suiza de pequeña antes de volver a Francia, país del que son originarios mis padres. Incluso en Francia, seguimos mudándonos cada pocos años. En cierto modo, siento que he integrado completamente este ritmo, el que me permite armar las maletas y comenzar de nuevo cada pocos años. Esto me ha llevado a Filadelfia, Nueva York, Valparaíso y ahora a París.
La fotografía, por supuesto, es un registro — si no objetivo o exacto, al menos uno que te ayuda a retener una impresión. Pero desde que tengo memoria he pensado en la fotografía como una forma de pasar el tiempo primero, como una expresión personal después, y siempre como algo que me daba una excusa para ocupar un espacio en el mundo. En mis imágenes, a menudo omito los indicios de tiempo y lugar. Si vieras una fotografía mía de México sin contexto, ¿podrías ubicarla? Me he mudado tanto que mi sentido del hogar se ha visto afectado: no sabría decir de dónde soy y me siento en casa en cualquier lugar o en ninguno, según se mire. Mis imágenes parecen expresar ese sentimiento en alguna forma, y si son tanto de exploración como de introspección, puede que reflejen más lo segundo.
¿Fue la fotografía de calle el género que elegiste desde el principio para expresarte como fotógrafa?
Mi primer amor por la fotografía efectivamente fue la fotografía de calle. Sentía que había algo especial en estar en el mundo con una cámara para observar todos esos pequeños momentos de la vida cotidiana, que, en su conjunto, seguramente tienen mucho que decir sobre nosotros.
Me parece que, en el ámbito de la fotografía contemporánea, la fotografía de calle se considera a menudo «casual», con menos profundidad que otros géneros, o incluso un tipo de imagen fácil. Pero la fotografía de calle en su mejor momento es un género increíblemente vivo, variado y complejo. También creo que es una extraordinaria escuela de trabajo y de vida para cualquiera que la emprenda, una que te enseña rapidez y paciencia, fracaso y gracia, confianza y humildad. Me gusta pensar que esto se traslada a otros ámbitos de la vida y a la forma de abordar nuevos proyectos.
En cuanto a formalismos, ¿cómo describirías tu estilo a alguien que no conozca tu trabajo?
Líneas, geometría, sombras…. ¡Tengo varias obsesiones visuales! Uno de los elementos que me atrajo inmediatamente a Valparaíso fue su luz, hermosa y a menudo dura, del tipo que puede revelar, pero también ocultar, crear misterio e intriga.
A veces creo que fotografío las cosas como no son exactamente, como me parecen, como podrían ser, como las traslada tu imaginación. Mis imágenes se basan en la realidad y en los momentos cándidos, por supuesto, pero también se alejan de ella. Por eso me atrae tanto el blanco y negro. Por eso juego con ángulos de cámara inesperados y con sombras con tanto placer. No hay nada que me guste más que cuando alguien le dé la vuelta a una de mis fotografías para tratar de entender lo que está viendo y cómo la tomé. Si he conseguido detenerte un minuto, darte un respiro, ¡me alegro!
Cómo te sientes más inspirada, ¿en un lugar nuevo donde todo está sin ver ni fotografiar o las mejores fotos surgen en la rutina de un lugar conocido?
Creo que se necesita un poco de ambas cosas. A veces, un cambio de escenario en forma de viaje, taller o residencia puede despertar la imaginación: con la excitación de un nuevo lugar y un cambio de ritmo, todo se vuelve interesante y digno de ser fotografiado. Suelo producir más en estos escenarios, quizá porque soy consciente de que el tiempo corre.
Pero creo que hago mi mejor trabajo donde vivo. La magia de la fotografía de calle es que siempre está cambiando, ningún día es igual al anterior, ningún momento es igual al anterior. Así que incluso los lugares que creo conocer al dedillo siguen sorprendiéndome. Las primeras semanas y meses en Valparaíso estuvieron llenas de asombro y excitación, y me encantan las imágenes que tomé en esta fase de descubrimiento, en la que me sentí totalmente inspirada y llena de energía. Pero sentí que fotografiar Valparaíso de pasada no era lo que quería. Así que seguí mi instinto, y me quedé. Cuando miro mi trabajo de Valparaíso, veo cómo ha evolucionado a lo largo de los cinco años que viví allí. Mis últimas imágenes llevan algo diferente, otra curiosidad, una intimidad quizás, algo más sutil que no puedo nombrar pero que no percibía al principio. Son las imágenes que tomé caminando a casa, de paso por el mercado o al encuentro de los amigos.
¿Cuál es tu proceso creativo? ¿Sales sin más cámara en mano a documentar la realidad o vas buscando algún tipo de imagen determinada que ya tienes en mente?
Es importante salir a la calle con la mente abierta. Si te propones buscar un tipo de imagen determinado, te cierras a las oportunidades que ofrece la calle y te impides crecer. ¿Eres más bien un fotógrafo abstracto y se te presenta un retrato callejero? Tómalo. Toma todas las fotos que se te presenten: ya tendrás tiempo de editar tu trabajo para que tengan consistencia. Las imágenes que tomamos al pasar tienen mucho que decir sobre quiénes somos y cómo vemos.
En cuanto a mi propio proceso creativo, tengo lugares específicos a los que vuelvo, no porque tenga una imagen específica en mente, sino porque sé que allí hay una imagen. Y no siempre es obvio por qué me intrigan ciertos lugares. Mi foto del hombre que camina detrás de un pilar, por ejemplo, fue tomada en una parte increíblemente insípida de la ciudad, frente a un centro comercial cerca del terminal de buses. Pero algo en la luz, el flujo de gente y el movimiento de sus sombras me hizo sentir que había una imagen que hacer. Así que volví una y otra vez a lo largo de varios meses hasta que encontré una, y fue realmente fascinante. Había invertido tanto tiempo y había tan poco con lo que trabajar que me pareció realmente mágico sacar una imagen de la nada.
¿Hasta qué punto pesan los posibles referentes que tienes en fotografía? ¿Empezaste intentando emular a alguien o el acto de fotografiar fue algo más intuitivo?
He admirado a muchos fotógrafos a lo largo de los años: Henri Cartier-Bresson, André Kertész, Ray Metzker, Sergio Larraín, Graciela Iturbide, por nombrar algunos. Pero no creo que tenga mucho sentido tratar de emular a alguien. Intento mirar y almacenar todo el trabajo y la inspiración que puedo — y no sólo la fotografía, sino la pintura, la literatura, todo lo que me mueve—, pero luego dejo que se desvanezcan en el fondo. Si volvieran a aflorar cuando estoy fotografiando, me pararía en seco. Seguramente, las horas que he pasado mirando cuadros durante mis estudios y fotografías en la última década, analizando sus construcciones, composiciones, las intersecciones de gestos y miradas, han dejado una huella. Pero al final, mi forma de fotografiar se siente completamente intuitiva, como creo que debe ser para todo fotógrafo.
¿Alguna otra disciplina artística que sientas influye en tu forma de fotografiar?
He pasado uno de mis confinamientos durante el Covid releyendo Cien años de soledad. Una opción demasiado temática para una cuarentena, quizás, pero tengo afinidad por el realismo mágico en la literatura, Gabriel García Márquez y Haruki Murakami en particular. No es que sienta que sus obras influyen en las mías, como si hubiera una línea clara entre lo que veo y leo y lo que fotografío. Pero tiene sentido que la parte de mí que busca el misterio en la vida real y las manifestaciones oníricas en mis entornos más mundanos también se sienta atraída por universos en los que las líneas entre la fantasía y la realidad son difusas.
¿Has encontrado grandes diferencias con respecto a cómo reacciona la gente ante una cámara en los diferentes lugares en los que has vivido o si más bien consigues pasar siempre desapercibida?
He vivido en Filadelfia, Nueva York y Valparaíso y he fotografiado en México, Tokio, Porto… En una gran ciudad, la gente está ocupada, de camino a algún lado, en su teléfono y generalmente tienen otras cosas mejores que hacer que ponerte atención. Hasta ahora nunca he tenido problemas para pasar desapercibida o ser ignorada si la gente me nota, independientemente del país. Aunque probablemente tenga que ver también con mi forma de fotografiar y con lo que fotografío, ya que es muy poco conflictivo. Una cosa que noté en Japón es que la gente tenía mucho más cuidado de no entrar en mi encuadre —los japoneses son notoriamente considerados— ¡Y esperaban a que terminara cuando en realidad, ¡estaba esperando a que caminaran hacia mi foto! Pero gran parte de la fotografía de calle tiene que ver con tu propia actitud, con la energía que emites. Si estás nerviosa o de mal humor, la gente lo percibe, pero si estás tranquila, amable y discreta, puedes desaparecer. Y creo que eso es verdad en la mayoría de los lugares.
Un parte importante en la construcción de nosotros mismos como fotógrafos, es saber ser capaz de editar, seleccionar tu propio trabajo. Volver de la calle con decenas o centenares de fotografías y saber editar y extraer de toda la sesión las mejores imágenes, ¿Cómo lo haces en tu caso? ¿Cuentas con ayuda para ello?
Para mí, la fotografía de calle, quizá más que otros géneros, se centra en la edición. Como compones con la realidad de una forma tan única, no sabes realmente cuál es tu proyecto hasta que lo has fotografiado. Por supuesto, tienes una idea de cómo se desarrollan las cosas y de lo que te atrae, pero sólo cuando vuelves a mirar tu pila de imágenes surge realmente el núcleo de tu trabajo: «Oh, esto es lo que quería decir, esto es lo que realmente siento, este es mi punto ciego».
En cuanto al aspecto práctico, se necesitan pequeñas impresiones, tiempo y un ojo confiado. El tiempo es un aspecto clave de la edición porque quizá las imágenes que te interesaban hace tres años no son las que más te llaman la atención ahora. Es importante volver a tus archivos y buscar lo que podrías haber pasado por alto, pero que te ayude a contar una historia más completa. Una historia más allá de tus fotos más llamativas — estas me parece que sueles identificar bastante rápido, incluso cuando presionas el disparo. Haz algunas impresiones, ponlas en el suelo, en la mesa del comedor, pégalas en la pared. Déjalas ahí y comprueba cómo quedan con el paso del tiempo. ¡Disculpa de antemano a tu pareja, a tus compañeros de cuarto y a tu familia por el desorden! Y por último, enseña tus imágenes a otras personas. Tengo amigos fotógrafos en cuyo ojo editor confío enormemente y sé que me ayudarán a eliminar imágenes, a señalar las repeticiones en mi trabajo y a profundizar. La fotografía de calle puede ser un trabajo muy solitario, así que busca a tu comunidad y asegúrate de estar bien rodeado para todo lo que viene después de pulsar el obturador. Y por supuesto, dispara, dispara, dispara, lo obvio, lo sutil, lo genial, lo común, lo divertido, lo nostálgico, y todo lo que hay en medio.