La fotógrafa bilbaína afincada en Barcelona Bego Anton, premio revelación PhotoEspaña 2017 y con una de las propuestas más originales de la actualidad, charla en esta entrevista sobre las inquietudes que le llevan a tomar la cámara, sus proyectos actuales y futuros y cómo las limitaciones ocasionadas por la pandemia de la Covid-19 le han llevado a postergar trabajos y buscar alternativas para dar salida a su creatividad.
Háblanos sobre tus inicios en la fotografía, ¿tuvo algo que ver tus estudios en Periodismo para dedicarte a esta disciplina o fue anterior a la universidad?
En realidad, nunca supe que se podía estudiar Fotografía, no fue nunca una opción porque no sabía que había esa opción. Hice Periodismo muy concienzudamente porque yo quería ser escritora, aunque me di cuenta durante la carrera que era algo que no me gustaba. Al final acabé siendo fotógrafa, pero no sabría decir por qué. No es que tuviera un deseo de serlo cuando era más joven, supongo que porque no sabía que eso era posible. Al acabar la carrera sentía que periodista no quería ser, escritora pues tampoco, pues al estudiar de forma tan estricta la escritura dejé de inspirarme, así que empecé a contar historias a partir de fotografías. Fue un proceso muy natural. De todos modos, creo que me ha influenciado Periodismo en el tipo de fotografías que hago, quizás más en la parte de investigación previa que mis trabajo requieren.
Estás considerada como fotógrafa documental, si bien tus trabajos se apartan bastante de la concepción que el gran público puede entender como fotografía documental, ¿cuáles serían los grandes temas que te gusta tratar en tus fotografías?
Siempre he estado un poco en contra de las etiquetas pues creo que son muy limitadoras. No todo está absolutamente definido. Digo que soy fotógrafa de nuevo documentalismo, por decir algo, pues es más fácil de resumir la práctica que llevo a cabo, pero en realidad no es que sienta muy a gusto en ninguna de estas definiciones, sobre todo porque creo que es importante en mi trabajo adaptarme a las necesidades que tiene cada uno de los proyectos. A veces puedo tirar a un documental más estricto y otras veces, me dejo llevar y hago algo que nada tiene que ver con el documental.
Mi trabajo siempre gira en torno a lo que yo llamo el triángulo amoroso que existe siempre entre los humanos, los animales y la naturaleza y también me interesan grupos de personas que son un poco extrañas para el resto de la sociedad, extraños en el sentido más positivo de la palabra, pues a mí encanta todo lo que nos saca de nuestros parámetros que consideramos más normales. Esa sería mi zona de investigación.
Una constante en tu obra es la extraordinaria originalidad de muchas de tus fotografías, ¿de dónde viene ese torrente de imaginación? ¿alguna referencia directa, fotográfica o no, que puedas compartir con nosotros?
El bagaje de inspiración que tenemos los fotógrafos viene de muchas cosas, no solo de consumir fotografía, que es lo que hacemos constantemente, sino también de otros tipos de arte como la pintura, el cine, que a mí me inspira un montón, la ilustración, la música… La cultura visual se genera a partir de ver mucho, de visitar museos, leer entrevistas… Creo que es así cómo vamos formándonos un imaginario que es lo que nos define. También influyen nuestros orígenes. En mi casa no es que hubiera una familia de artistas, solo mí tío lo era, pero el contacto que he tenido desde pequeña con el mar, con la naturaleza… todo esto me ha formado. En cuanto a referentes, tengo infinitos y siempre que me los preguntan me quedo en blanco. Sí me sucede últimamente que más que consumir imágenes de autores concretos, me gustan las imágenes que no se sabe muy bien de dónde viene, por ejemplo, las que te puedes encontrar en Tumblr. Voy acumulando un imaginario de imágenes extrañas que me inspiran. Por decirte alguno en concreto, ahora mismo, por ejemplo, estoy enganchadísima al libro “Mom” de Charlie Engman porque me encanta cómo pone en duda las fronteras que hay en la relación entre una madre y un hijo, cómo expande las fronteras sobre cómo una madre y un hijo pueden relacionarse, aparte de ser visualmente exquisito. Es lo que más me inspira en este momento.
Para algunos de tus trabajos has tenido que viajar a países como Estados Unidos o Islandia. Algo que resultará interesante a los estudiantes de fotografía que lean esta entrevista, ¿cuáles son los canales de financiación de los que alguien puede servirse para poder llevar adelante proyectos que a priori parecen caros de llevar a cabo?
El mundo de la financiación es bastante complicado pues todos aplicamos más o menos a las mismas subvenciones y becas. Es importante al empezar un proyecto tener imaginación y pensar por medio de qué canales, no tan saturados, pueden conseguirse ayudas. Por ejemplo, para el proyecto de Estados Unidos me puse en contacto con la embajada en ese país y fue una forma de conseguir financiación sin tanta competencia como en los canales habituales. No hay que tener miedo en pedir subvenciones a personas y entidades que pensamos serán de difícil acceso o que no están preparadas para ello. A veces existe una partida presupuestaria para este tipo de proyectos y no lo sabemos, así que ese es mi consejo, imaginación.
En los trabajos llevados a cabo en esos lugares lejanos de tu realidad conseguiste entrar en el espacio privado de muchas personas, ¿cómo consigues algo así? ¿es simplemente tener don de gentes? ¿es imprescindible un exhaustivo trabajo previo antes de desplazarse al lugar que vas a fotografiar?
Es más importante crear un vínculo con la persona que quiero fotografiar que la fotografía que pueda hacerle una vez establecido ese vínculo. Para mí lo más aventurero, lo más bonito de todo esto es conseguir entrar en lugares en los que de otro modo no tienes acceso. El hecho de querer introducirme en otros universos extraños para poder vivirlos en primera persona es algo que me sale de forma innata. Me lleva a ser muy insistente y a contactar con todas esas personas que me gustaría fotografiar. Para mí es fundamental investigar antes de ir a un lugar y saber con quién me voy a encontrar. Los canales para establecer contacto son muchos, puedo encontrar nombres en noticias, a partir de esos nombres buscarles en redes sociales, si se trata de una institución la forma de contactar más sencilla es por correo electrónico… Para cuando llega la primera visita ya tengo muy claro con quién me voy a reunir.
Si no estamos equivocados, sigues inmersa en llevar adelante el proyecto «Haiek danak sorginak«, un trabajo que parece estar siendo complicado de ejecutar por lo elaborada que a priori parece la puesta en escena de algunas de las fotos, ¿hay alguna fecha estipulada para dar por finalizado el trabajo? ¿será un trabajo en el que primará el rigor histórico sobre la figura de esas mujeres adelantadas al tiempo en el que vivieron y tachadas por ello de brujas por encima de otras consideraciones?
Es un proyecto que empezó en 2016 y aún sigo trabajando en ello. Se me ha alargado por un tema de maternidad y ahora por la situación de pandemia que estamos viviendo, aunque mi intención en terminarlo para principios del año que viene. Trata de una recreación de la caza de brujas a partir de las confesiones que estas mujeres hacían a los inquisidores, muchas veces tras ser torturadas. Aunque la intención es hacer una recreación histórica, sí que creo que como fotógrafa me he de despegar un poco de ese rigor histórico, porque a pesar de que me base en testimonios reales, no puedo evitar dar rienda suelta a la imaginación. Está siendo un proyecto muy bonito porque me ha permitido volver al lugar del que soy y fotografiar a mi gente más cercana, amigas y familia y también me está permitiendo experimentar con un tipo de fotografía con el que no estoy muy familiarizada, que es la escenificada. Me está gustando mucho el proceso; ese pensar, analizar, pensar cada una de las imágenes, imaginar cómo va a ser y conseguir finalmente hacer la fotografía. Estoy disfrutando mucho con el proceso, pero sí que es cierto que tengo ganas de empezar cosas nuevas ya.
Vivimos inmersos en una situación inédita provocada por una pandemia que, entre otras muchas cosas, está cambiando la forma que tenemos de relacionarnos y cuyas consecuencias a medio y largo plazo aún no parecen estar claras del todo, ¿sientes que esta situación ha cambiado en algo tus inquietudes o temas que te interesa abordar o simplemente ha hecho que tu trabajo sea más difícil de llevar a cabo?
A nivel personal se me ha complicado mucho mi trabajo, no solo por encargos o clases que, como otros fotógrafos, podría llegar a dar, sino también porque he tenido que retrasar el inicio de un nuevo proyecto para el que he de desplazarme a Finlandia, algo que en la actualidad no es posible hacerlo de manera segura y satisfactoria, por lo que estoy a la espera. Mi campo de interés sigue siendo el mismo, sigo investigando para los temas con los que suelo trabajar habitualmente. Sí que es cierto que llevamos casi ocho meses de pandemia y no sé si la cosa cambiará si seguimos así mucho más tiempo. Si seguimos con la movilidad restringida puede que empiece a experimentar en otros ámbitos como el collage, que es algo que siempre me ha interesado mucho.
¿Hay algo de toda esta dura situación de alerta sanitaria, confinamiento y distanciamiento social que de alguna forma haya enriquecido tu universo visual o inspirado de alguna forma para posibles nuevos proyectos?
Sí es verdad que me ha influido pues durante los meses de confinamiento me he dedicado a fotografiar más intencionadamente el interior de mi hogar y mi familia. Nunca hubiera pensado que fuera a compartir esa intimidad, pero, de hecho, la Fundación Enaire junto a PHotoEspaña, ha publicado un libro titulado “Tiempo detenido” en el que participo con fotos que le he hecho a mi hijo Hodei durante ese tiempo.
De todos modos, quiero seguir trabajando como hasta ahora. Soy optimista, y confío en que se abran las fronteras de forma sana y todo vuelva pronto a la normalidad.