El periodista Manu González presenta un ambicioso y exhaustivo trabajo que pretende recorrer la historia de la música electrónica desde sus inicios hace ya casi cuarenta años hasta las últimas tendencias. Hablamos con él sobre uno de los movimientos culturales más globales y multitudinarios de las dos últimas generaciones.
Techno, Acid House, Drum ‘n’ Bass, Electro, Minimal, Dubstep,… la proliferación de estilos dentro de la escena electrónica ha sido continua a lo largo de las últimas décadas, ¿hasta qué punto la evolución de este género está influenciada por el desarrollo tecnológico aplicado a los instrumentos musicales?
Es fundamental. Sin el desarrollo tecnológico no existiría la música electrónica que conocemos. Muchos estilos se han ido desarrollando gracias a los instrumentos, como los primeros teclados en el Synth-Pop, la caja de ritmos 808 en el caso de la House Music o el Hip Hop o la 303 con el Acid House o toda la Glitch Music con el desarrollo de la tecnología musical digital en las computadoras. En el libro desarrollo la teoría que la música electrónica de baile está influida principalmente por el club (que es donde el DJ pincha los temas más nuevos), los instrumentos (que crean esa música) y las drogas (que crean el concepto de comunidad).
Detroit, Berlín, Ibiza… los centros de creación y consumo más importantes de estos estilos parecen claros, pero, ¿existe alguna ciudad en la que haya habido una escena electrónica importante en la que no se haya reparado demasiado?
Muchas, desde Goa en la India, pasando por sitios como Manchester, que fue donde comenzó el culto a la música electrónica en Inglaterra pero, como muchas veces pasa en UK, hasta que en Londres no se enteraron no comenzó la edad dorada de las raves inglesas. Otra ciudad importantísima es Rotterdam, cuna del Hardcore Techno e influyente en casi toda la cultura rave inglesa, el llamado Continuum Hardcore, desde los tiempos del Breakbeat primigenio pasando por el Jungle hasta llegar al UK Garage y el Dubstep.
La música electrónica de baile está ligada a una cultura del hedonismo, a una escena de fiestas multitudinarias en la que miles de personas se sumergen en un estado de euforia colectiva, una euforia que se suele asociar al consumo de drogas, ¿es injusta esta asociación o forma parte indisoluble de esta forma de ocio basada en los ritmos electrónicos?
Forma parte del hedonismo, sin lugar a dudas. Pero evadirse de la realidad no deja de ser una opción política como cualquier otra. En un principio, los clubs en Chicago como The Warehouse o Paradise Garage en Nueva York (el germen del House) estaba lleno de homosexuales negros y otras minorías que buscaban un sitio donde reunirse cada fin de semana y huir de la dura realidad y los prejuicios a los que se enfrentaban cada día. La música Disco nunca fue importante para el público blanco sino para minorías latinas, ítalo-americanas o negras. Las primeras raves inglesas estaban hechas por jóvenes currantes de barrio que se iban para evadirse de la triste realidad de la época Thatcher. Sí, la música electrónica de baile es evasión, pero nace entre minorías políticamente abandonadas o, directamente explotadas, en cada época que se desarrolla cada estilo. No conozco ningún estilo de música electrónica de baile que haya nacido en una multinacional o promovido por las élites.
¿A tu entender, qué movimiento, artístico o social, suceso, grupo o disco ha supuesto el mayor hito dentro de la música electrónica de baile?
En Inglaterra, existe un antes y un después de The KLF y sus primeros hits. Fue como la bendición comercial de la música electrónica de baile. En Europa no sucedió a tan gran escala hasta Daft Punk y su primer disco.
¿Cabe reivindicar aquella Ruta del Bakalao de finales de los ochenta y principios de los noventa, tan denostada en su momento, como parte de este género?
¡Claro! Es el único estilo nacido en España, y durante mucho tiempo, junto al Sonido Sabadell (productores que hacían Ítalo-disco a mediados de los ochenta), fue de las pocas factorías de música electrónica de baile de toda la Península. El problema es que recordamos más la última Mákina, la facturada en Cataluña a mediados de los noventa y no los maxis del primer Bakalao hechos en Valencia, tan minimalista y paperos.
“Dance Electronic Music” Manu González, Ed. Ma non troppo, 19 Euros, 256 páginas.
Fotografía de Mònica Molins