Cuando están a punto de cumplirse treinta años desde que los hermanos Hartnoll bajo el nombre de Orbital debutaran, sale a la luz el noveno disco de su carrera y el primero tras seis años de silencio. Un trabajo que ha supuesto una sorpresa pues pocos esperaban nuevo material de un grupo que ya parecía haber agotado todo su potencial al mundo de la música incluso habiendo anunciado su adiós a principios de siglo, a pesar de que años más tarde volviera a publicar material.
Orbital, una de las bandas que lideró la época dorada de la música electrónica de la década de los noventa y que acumula no menos de media docena de temas que pueden calificarse de obras maestras dentro del género, ocupa por derecho propio un lugar destacado en la historia de la música por, entre otras cosas, haber sido uno de los pioneros en llevar la épica y la emoción a la música electrónica y conseguir trasladar su propuesta de la pista de baile a los grandes festivales.
Si bien el disco mantiene las buenas sensaciones que generó hace unos meses el sencillo de presentación «Tiny foldable cities», al menos por ser bastante superior a su anterior trabajo «Wonky», publicado en 2012, el resultado final queda muy lejos de los hitos que colocaron al dúo como referente indiscutible de la electrónica. Aunque a buen seguro hará las delicias de los incondicionales del dúo y este nuevo álbum encienda en ellos la nostalgia de años pasados, no será un disco que haga que su numerosa legión de seguidores aumente de manera significativa si bien puede ser una buena excusa para redescubrir sus trabajos anteriores, trabajos que tanto influyeron en otros músicos que vinieron después.