Los canadienses Arcade Fire vuelven con su quinto disco «Everything now» y como cada vez que publican algo nuevo, la expectación ha sido máxima dentro del panorama musical. Y es que esta banda, surgida a mediados de la pasada década irrumpió con un espectacular debut que los encaramó a lo más alto y desde entonces la repercusión ante todo lo que han hecho siempre ha sido máxima.
Aquella súbita subida a los altares gracias a un disco que alcanzó fama mundial no les hizo desviarse de su camino y repitieron la fórmula con éxito similar en sus dos siguientes trabajos, arrastrando decenas de miles de personas allá donde actuaran, contando además con el elogio unánime de la crítica especializada que veían en los Arcade Fire al grupo que mejor había conseguido actualizar toda la épica de los conciertos de grandes estadios de épocas pasadas.
La evolución lógica de todo colectivo artísticamente inquieto les fue llevando a probar diferentes cosas, las cuales se tradujeron en su cuarto trabajo «Reflektor», que supuso una especie de ruptura con lo que hasta entonces fue su trayectoria y que si bien casi todo el mundo coincidió en que fue un gran trabajo, muchos de sus seguidores no supieron digerir convenientemente ese cambio de estilo y la aparición de nuevos ritmos en sus canciones, estableciéndose desde entonces una especie de relación amor-odio entre grupo y parte de sus fans.
En este quinto disco siguen en la línea de su anterior álbum y vuelven a llevar sus canciones a terrenos que puedan causar sensación de perplejidad entre sus seguidores, incluyendo además buenas dosis de sarcasmo y humor en sus temas. Un disco que pretende abarcar demasiados estilos en solo 13 canciones y que si bien da buena cuenta del torrente creativo de la banda y la seguridad que demuestran al atreverse con todo, acaba teniendo altibajos en el resultado final. Un disco que quizás haya que recuperar dentro de unos años para comprobar si en su primera escucha los árboles no nos dejaron ver el bosque.