Eduardo Guillot repasa en su libro, «Sueños eléctricos. 50 películas fundamentales de la cultura rock», la relación que ha tenido el cine con la cultura rock y el uso que se ha hecho del mismo para promocionar o documentar las andanzas de sus máximos referentes así como la importancia de la música rock en la obra de algunos de los directores de cine más afamados.
No es el primer trabajo en el que escribes sobre la relación entre la música y el cine, ¿hacía falta una actualización pasados los años o son dos proyectos independientes?
Son proyectos independientes. “Rock en el cine” (La Máscara, 1999) era una primera aproximación al tema, en una época en que no existía el acceso normalizado a internet que tenemos ahora, por lo que incluía datos que hoy en día es muy fácil consultar en imdb, como las filmografías de diversos músicos. De algún modo, era un censo (unos 800 títulos) que podía servir como guía, porque no existía nada publicado sobre el tema en España. “¡Rock, acción! Ensayos sobre cine y música popular” (AvantPress, 2008) era un volumen colectivo, en el que ejercí de coordinador, donde varios especialistas ofrecían un estudio cronológico sobre las relaciones entre el cine y el rock desde sus orígenes hasta la actualidad, con capítulos específicos dedicados a épocas determinadas (años 50, 60, 70) o estilos concretos (soul, electrónica, biopic, punk, hip hop, rock alternativo). Finalmente, “Sueños eléctricos” es, como indica el subtítulo, un análisis individualizado de 50 títulos fundamentales del cine vinculado con la cultura rock, en la más amplia concepción del término, precedidos de un texto introductorio que sintetiza las claves históricas de la relación entre ambos.
Se percibe una evolución en género y temática entre los títulos más antiguos enumerados en el libro y los más actuales, ¿podrías explicarnos las diferencias fundamentales y qué parámetros prevalecen en la actualidad?
En sus inicios, el cine tiene una función propagandística, en muchos casos meramente promocional, y también se convierte en una herramienta del sistema para domesticar el rock, como se puede comprobar en las películas de Elvis. A medida que surgen miradas diferentes, como la de Richard Lester (en sus películas con los Beatles) o D.A. Pennebaker (fundador del rockumental), las películas rock se vuelven más ambiciosas, y tratan de capturar el espíritu de su época de muy diversas maneras, ya sea desde planteamientos documentales o de ficción. En los últimos años, la ficción se ha decantado por el biopic en su vertiente más convencional, pero el documental ha experimentado un auge importante, debido a la posibilidad de afrontar proyectos de bajo coste y a las posibilidades de experimentación que ofrece el formato.
¿Puede hablarse de una película definitiva sobre la cultura rock como por ejemplo lo es «El Gran Miércoles» a la cultura surf o los géneros, temáticas y usos que de la música se hacen en ellas son tan amplios que no tendría sentido comparar unas con otras?
Es muy difícil escoger solo un título, la cultura rock es tan amplia que no puede reducirse a una película. “Quadrophenia” sí es el título clave de la subcultura mod, como probablemente “Caiga quien caiga” lo sea del reggae, pero en otros estilos relacionados con el rock el abanico se amplía enormemente. Sería una elección reduccionista y sin demasiado sentido.
¿Crees que aún está sin rodarse la gran película española que aborde el tema de la cultura rock? ¿Sobre qué o quién te gustaría que se realizara?
La relación del cine con el rock en España ha sido tan problemática como lo fue en su momento la penetración de los nuevos ritmos en una sociedad que estaba encerrada en sí misma y miraba con suspicacia y escepticismo las tradiciones culturales extranjeras, sobre todo si venían acompañadas de algún atisbo de revuelta juvenil. La historia del cine rock español es la historia de una frustración. Una historia de excepciones. La tónica habitual era introducir la música pop en las películas para ridiculizarla, como sucede en “Una vez al año, ser hippy no hace daño”, donde aparecía un grupo llamado Los Hippy-Loyas. Hoy en día, las cintas musicales realizadas en los sesenta constituyen un valioso documento histórico, sociológico y musical, y hubo algunas películas que merece destacar por diversas razones, como “Los chicos con las chicas”, “Megatón Yé-Yé”, “A 45 revoluciones por minuto” o “Un, dos, tres… al escondite inglés”. La democracia no cambió el panorama, y solo dejó desperdigados algunos títulos de culto como “Percusión” o “Gritos… a ritmo fuerte”, pero la película rock española que marcara un antes y un después continuó sin llegar. En el terreno documental, el músico Fermin Muguruza o Ramón Lluís Bande han hecho aportaciones de interés en los últimos años, pero aún son insuficientes en su relevancia histórica como para formar parte de un listado de títulos esenciales.